domingo, 27 de enero de 2013

El muro de escudos


Uno de los aspectos más interesantes de poder experimentar la Historia reside, sin  duda, en la simulación de batallas. Si bien no se pretende matar de verdad, la estrategia y  las formaciones intentan ser lo más parecido a la realidad, desde el punto de vista  histórico y también desde el punto de vista práctico. Este es el caso del muro de escudos

En un muro de escudos, formación de combate de infantería diseñada para agrupar en un  solo bloque a todos los soldados y que estén protegidos, los integrantes tienen que solapar su escudo con el del compañero que está al lado. De esta manera es posible  aguantar mucho mejor la carga de un enemigo.

Foto perteneciente a: El blog de wendal

Desde un punto de vista puramente físico, el embate del enemigo se reparte a lo  largo de todos los miembros del equipo, y no solo por la persona más cercana al punto de ataque. Asimismo, un muro de escudos es lo suficientemente elástico para absorber una carga de un enemigo descontrolado que solo utiliza la inercia de su cuerpo, siendo realmente peligroso cargar “a lo loco” para el atacante. Por el tipo de solapamiento de los escudos, hay maniobras que permiten abrir una “puerta” a un ataque, volviéndose a cerrar para conservar la cohesión. Este solapamiento permite a su vez, reconocer, por la falta de presión del escudo del compañero, cuándo hay algún caído en la línea, siendo necesario cerrar la línea de escudos para no perder eficacia. 
Cuando los integrantes de un muro de escudos se componen de dos líneas, la  primera  con escudos y la segunda con lanza, entonces el muro de escudos es realmente una máquina de guerra (también es importante destacar el tamaño de los escudos: no todos sirven). Por otro lado, es importante que no se opere nunca, o lo menos posible, con una sola  línea, dado que cualquier rotura en la misma podría suponer el desastre para 
todos.  En nuestros entrenamientos aprendemos disciplina de grupo. Hay una persona que dirige las acciones a realizar. Por medio de comandos sencillos, podemos actuar como un bloque que avanza, que se para, que gira, que se protege de las flechas del enemigo, que retrocede… todo con la mayor sincronización posible. Mediante este entrenamiento comprobamos en primera persona la eficacia de este sistema, y experimentamos en nuestra propia piel su eficacia en combate.

Esta es una muestra  de lo que hacemos; por un lado la recreación histórica, divulgativa, documentando la existencia de esta formación, y por otro lado experimentando esta arqueología poniéndola en práctica y comprobando su efectividad.

Para más información:
BENNETT, M. (ed.). La Guerra en la Edad Media. Madrid, 2010.

Javier Rodriguez

martes, 1 de enero de 2013

La Orden del Temple



Orden Militar fundada en el año 1120 en Jerusalén. Se trató de la primera orden militar que se configuró como tal, en un proceso de militarización, de la mano de San Bernardo de Claraval, que fue pionero en Occidente. Era la primera vez que se planteaba la idea de que aquellos que servían a la Iglesia pudieran derramar sangre con el objetivo directo de expiar los pecados. Y todo bajo una estructura internacional que sólo servía al papa de Roma.

La orden se desarrolló entre Oriente y Occidente, llevando a cabo tareas militares en el primero y económicas en el segundo. A lo largo de toda su existencia, la orden mantuvo encomiendas en los principales reinos occidentales que permitieran a la orden nutrirse de suministros y dinero suficiente para mantener las guerras en oriente. Allí lograron desarrollar incluso buenas relaciones con determinados sectores del Islam, llegando incluso a introducir mercenarios de estos entre sus filas (turcópolos). Gobernados por un maestre y por un capítulo general, los templarios se expandieron incluso a las cruzadas del este de Europa, en compañía de los hermanos teutónicos, o incluso a la Península Ibérica, lugar donde participaron de la Reconquista.

Mucho podría escribirse sobre los templarios, entrando en detalle sobre su estructura jerárquica, los acondicionamientos militares o religiosos, las donaciones de tierras, su influencia en la corte o en el poder, los grandes combates librados a ambos lados del Mediterráneo, o incluso sobre el esoterismo y mito que generan en tiempos posteriores. Mito que se alimenta, por otro lado, por el trágico fin de la orden, en el siglo XIV, a manos de Felipe IV de Francia, el Hermoso, y el papa Beltrán de Got, también conocido como Clemente V.

Ambos, siendo el segundo un práctico vasallo del primero, urdieron un complot a escala nacional primero, e internacional después, por el que detuvieron, torturaron y, por último, ejecutaron a gran cantidad de templarios. Sus objetivos: económicos y políticos. El fin de la orden permitió al rey Felipe IV recuperar gran parte de su tesoro, el cual había sido endeudado con el Temple. Otros bienes pasaron al papado o los restantes reinos y órdenes militares, principalmente el Hospital. Concluyó así la historia de los Pobres Caballeros de Cristo: religiosos, guerreros y banqueros, defensores de la “cristiandad” y condenados por ella.

Para más información:
NICHOLSON, H. Los Templarios. Una nueva historia. Barcelona, 2006.